19 mar 2019

NUESTRAS CADENAS

Del Psicólogo y escritor Argentino Jorge Bucay os traigo este cuento-relato muy interesante de leer y sacar conclusiones de aplicación a nuestra vida cotidiana:

Cuando yo era pequeño me encantaban los circos, y lo que más me gustaba de los circos eran los animales. Me llamaba especialmente la atención el elefante que, como más tarde supe, era también el animal preferido por otros niños. Durante la función, la enorme bestia hacía gala de un peso, un tamaño y una fuerza descomunales... Pero después de su actuación y hasta poco antes de volver al escenario, el elefante siempre permanecía atado a una pequeña estaca clavada en el suelo con una cadena que aprisionaba una de sus patas. 

Sin embargo, la estaca era sólo un minúsculo pedazo de madera apenas enterrado unos centímetros en el suelo. Y, aunque la cadena era gruesa y poderosa, me parecía obvio que un animal capaz de arrancar un árbol de cuajo con su fuerza, podría liberarse con facilidad de la estaca y huir.

El misterio sigue pareciéndome evidente.

¿Qué lo sujeta entonces?

¿Por qué no huye?

Cuando tenía cinco o seis años, yo todavía confiaba en la sabiduría de los mayores. Pregunté entonces a un maestro, un padre o un tío por el misterio del elefante. Alguno de ellos me explicó que el elefante no se escapaba porque estaba amaestrado.

Hice entonces la pregunta obvia: «Si está amaestrado, ¿por qué lo encadenan?».

No recuerdo haber recibido ninguna respuesta coherente. Con el tiempo, olvidé el misterio del elefante y la estaca, y sólo lo recordaba cuando me encontraba con otros que también se habían hecho esa pregunta alguna vez.

Hace algunos años, descubrí que, por suerte para mí, alguien había sido lo suficientemente sabio como para encontrar la respuesta:

El elefante del circo no escapa porque ha estado atado a una estaca parecida desde que era muy, muy pequeño.

Cerré los ojos e imaginé al indefenso elefante recién nacido sujeto a la estaca. Estoy seguro de que, en aquel momento, el elefantito empujó, tiró y sudó tratando de soltarse. Y, a pesar de sus esfuerzos, no lo consiguió, porque aquella estaca era demasiado dura para él.

Imaginé que se dormía agotado y que al día siguiente lo volvía a intentar, y al otro día, y al otro... Hasta que, un día, un día terrible para su historia, el animal aceptó su impotencia y se resignó a su destino.

Ese elefante enorme y poderoso que vemos en el circo no escapa porque, pobre, cree que no puede. Tiene grabado el recuerdo de la impotencia que sintió poco después de nacer.

Y lo peor es que jamás se ha vuelto a cuestionar seriamente ese recuerdo.

Jamás, jamás intentó volver a poner a prueba su fuerza...

Todos somos un poco como el elefante del circo: vamos por el mundo atados a cientos de estacas que nos restan libertad. Vivimos pensando que «no podemos» hacer montones de cosas, simplemente porque una vez, hace tiempo, cuando éramos pequeños, lo intentamos y no lo conseguimos. Hicimos entonces lo mismo que el elefante, y grabamos en nuestra memoria este mensaje: No puedo, no puedo y nunca podré.

Hemos crecido llevando ese mensaje que nos impusimos a nosotros mismos y por eso nunca más volvimos a intentar liberarnos de la estaca.

Cuando, a veces, sentimos los grilletes y hacemos sonar las cadenas, miramos de reojo la estaca y pensamos:

No puedo y nunca podré.

4 comentarios:

  1. Hace años aprendí que, incluso, en los ámbitos más libertarios y anarquistas, alcanzar la libertad es una utopía.

    Saludos

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  2. No es tan difícil liberarnos de nuestras cadenas. La utopía se desmonta sola porque es perfectamente viable que el hombre cambie el chip de sus pensamientos cuando toma conciencia "del problema"
    Saludos

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    1. El hombre siempre se encuentra atado a algo, no hace mucho me comentabas que eres una persona católica y que creías en Dios, ahí tienes un estamento que te obliga a hacer cosas que te limita la libertad, podemos seguir hasta el infinito, podemos pasar por la cultura del pueblo (el que sea) que te atrapa y te limita, más tarde puede que una familia, el propio trabajo, hay que comer todos los días. Me vas a perdonas pero cuando se nos desmonte la utopía será señal de que estamos muertos.

      Saludos

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  3. Cuando digo que la utopía se desmonta sola, me refiero a esa utopía que hace referencia al cuento de J. Bucay, es decir a vencer el miedo o a hacer algo que creías imposible, no me refería a la utopía en general. Piensa en los logros que el hombre a lo largo de la historia ha ido superando o a las utopías que ha ido desmontando.
    Saludos...¡seguimos vivos!

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